Hablar de tejado (de teja) es hablar de historia. Basta con darse un paseo por cualquier ciudad o pueblo para descubrir numerosos ejemplos de edificios históricos que presumen de cubiertas inclinadas de teja cerámica en perfecto estado de conservación.
Ya lo dice el refranero español: no compres cosa vieja que no sea vino, jamón o teja. Y es que la resistencia y durabilidad de las tejas son sobradamente conocidas.
Su merecido lugar en la historia data de los griegos, que emplearon placas de cerámica ligeramente delgadas y curvadas para sus cubiertas. Un lugar que difícilmente será ocupado por otros sistemas, como es el caso de las cubiertas de chapa metálica.
El hecho de permanecer a la intemperie significa que las cubiertas están sometidas a cargas mecánicas (viento, granizo…) y patologías (humedades, cambios de temperatura…) derivadas de fenómenos meteorológicos. Y como consecuencia de la acción de estos agentes, las cubiertas de las viviendas pueden sufrir, y mucho, cuando están hechas de chapa.
La durabilidad de la cubierta, como la de cualquier elemento de obra, está condicionada por su mantenimiento periódico, que es más acusado cuando se trata de chapas metálicas.
Las inspecciones de cubiertas de este material no se limitan preferentemente al inicio de la primavera y el otoño (estación que acabamos de inaugurar) las dos visitas de “obligado” cumplimiento, sino también tras desencadenarse lluvias torrenciales, nieve o granizo, fenómenos que pronto llegarán.
También es destacable el desgaste que sufren las cubiertas de chapa metálica, y que normalmente puede deberse al uso indebido que se hace de las mismas o por la instalación de equipos cuyo mantenimiento obliga al almacenaje de material de recambio o herramientas pesadas.
Las cubiertas de chapa, sobre todo de acero, no se libran de los riesgos de oxidación y corrosión. Cobran especial importancia cuando, además de por su ubicación, se deben a patologías previamente detectadas, que harán elevar los costes de su reparación.
Normalmente un techo de metal de cobre, acero, aluminio o zinc puede durar, en el mejor de los casos, unos 50 años, que sería la mitad de tiempo que, en el peor de los supuestos, durará una cubierta de teja.
Esperamos haberte aclarado las dudas a la hora de elegir entre chapa metálica y teja, la conclusión es clara: ¡Larga vida (útil) a la teja!